Un momento, una posición, una decisión.
Algo tan simple como cualquiera de las opciones anteriores hace que cambiemos quizás no sea un cambio drástico, ni evidente.
Quizás sólo sea un poco, pero ese poco es suficiente para que lo notes aunque sea un poquito de nada.
Cada decisión, cada momento, cada posición que tomamos para ver la vida y vivirla hace que estemos en un cambio constante.
Soy el río de Heráclito y mi cuerpo el cauce del mismo.
Besos,
Elisa.
Nadie se baña dos veces en el mismo rio... Pero también es cierto que sería absurdo pretenderlo, desde el momento en que nadie puede aspirar a ser el mismo nadie dos veces, salvo, quizá, ese metro de platino iridiado que encerraron en un sótano a las afueras de Paris... Ese que espera desde 1889 a que lo arranquen de su cofre y lo sometan a fríos que lo contraigan y calores que lo dilaten y a cualquier cosa que le haga olvidar la amarga condena de ser siempre el mismo, metido en el mismo cofre, ajeno a cauces tan hermosos como el suyo.
ResponderEliminarUn cuerpito muy bonito recorreria cada parte de tu piel hasta llegar a tu boquita, podemos intercambiar nuestras historias sexuales entre nosotros
ResponderEliminarA veces sueño solitario, desolado. Me encuentro en un camino, recorrido por mis labios... Viajan húmedos, burlados por la lengua que su viaje entretiene. Me pierdo.
ResponderEliminarMe pierdo y caigo por el tenso cuello. Me aferro con mis dientes. Quiero ir lento. Muerdo. Resuena un húmedo quejido.
Caigo en las colinas, Suaves y blandas, son arañadas con las asperezas que el trabajo han dejado. Se eriza la piel, se endurece la cumbre.
Desgarro con las uñas el vientre, la risa se dispara un cosquilleo en mi nariz, el cobrizo otoñal me agrada. Me aferro a las sogas que rodean mi cuello, no quiero caer todavía al agujero...
Muerdo, arañó, lamo... derrumbo paisajes. Mejor paro.